Autista


Antes, mucho antes de que llegue él, ella ya se sonroja. Se imagina explicándolo y la situación le da tanta vergüenza, tanta angustia, que se plantea no decir nada. Hacerse la tonta.

A su lado, el niño zarandea compulsivamente un camión de bomberos de juguete. Ella intenta decirle que pare, primero con la mano, después con la cabeza, finalmente con ese acento inglés cerrado de East Riding. Es una petición un tanto difusa, un “no” al ruido de la sirena del juguete, un “no” a su indiferencia ante cualquier estímulo. Un “no” a la situación en la que la ha metido. Acaba por quitarle el camión.

Después, lo utilizará como argumento. Sí, lo utilizará como argumento. No es normal que el niño ni se inmute con ese sonido inarticulado y punzante repitiéndose una y otra vez a unos centímetros de su oreja. Que ni siquiera llore cuando ella le quita el camión de un tirón. No es normal que, a su edad, todavía no responda cuando lo llaman por su nombre. No es normal que no responda a ningún nombre. Que no interactúe con las personas. No es normal.

Así que practica el discurso: Creo que tu hijo tiene un problema, creo que puede ser sordo o autista, pero está claro que tiene un problema. Y se imagina que él le responderá de malas maneras, le preguntará que qué se ha creído y la llamará niñata o algo parecido. Y entonces ella le hablará del coche de bomberos y la sirena, de que el niño sólo sonríe subido a un poni en Parc Monceau. Que no establece contacto de ningún tipo con ninguna persona. Le hablará de las webs que ha estado consultando, de que tiene todos los síntomas.

Y se hace a la idea de que posiblemente perderá el trabajo, quedará como “la mala” (imagina un “mala” genérico, lo intuye como resultado, aunque no sabe cual será el pretexto) y llevará malas noticias al seno de una familia hasta ese momento feliz. Americanos felices. Americanos sonrientes. Americanos ricos. Pero tiene que hacerlo. Siente que tiene que hacerlo. Es su responsabilidad. Prepara el discurso frente al espejo. Se sonroja, poco antes de que llegue él.

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