Humedad

El lenguaje es líquido. Brota, mana, se esparce para mojarlo todo. Y después, se evapora. Escribir es hacer fotografías del agua, revisitarla. Cada palabra es una balsa estanca. En el mejor de los casos no hace agua por las costuras. Yo envío mi pequeña flota de barquitos al mar. Los arrastro por la arena, sudando. Después los empujo a las profundidades. Me adentro en el agua hasta la cintura, hasta aquel punto en el que ya no estoy empujando cada barca, sino sujetándome en ella para no hundirme. Es curioso como cada embarcación pasa de necesitarme a querer escapar de mí en apenas unos centímetros. Cuando ya están todas en el agua doy por finalizada la botadura. Una suerte de bautismo que nadie presencia, pero que yo miro satisfecho, mojado y exhausto desde la orilla. En mi cabeza, doy unos pasos hacia atrás y hago una foto perfecta del momento. Pero el mar destroza todas las barcas al instante y escupe maderas desvencijadas a mis pies. No te preocupes. Todo este esfuerzo no ha sido en vano.

1 comentario: