Migajas

Viernes. Alguien tiró dos caramelos desde el piso de arriba. Se engancharon a las sábanas tendidas. Rojo y azul. Los caramelos tienen algo de amantes de transición: pegajosos, de colores llamativos pero todos acaban sabiendo igual. Y, el día menos esperado, te joden unas sábanas.

Sábado. Fui al dichoso festival, a pesar de que se me atragantaron los textos que escribí para la ocasión y decidí no presentarlos. Mi única aportación fue una sonrisa educada y un sí con la cabeza. Me hicieron una entrevista para una radio francesa. Mitad en árabe, mitad en inglés, mitad lo siento pero no se me dan bien estas cosas. Casi todo lo que vi ahí me gustó, por lo que ya valió la pena. Una chica me dijo "¿Eres el poeta egipcio? Estuvimos recitando tus textos el otro día, me gusta mucho lo que escribes". Algo así. El horror. Me dieron ganas de encerrarme en una caja de cartón, precintar desde dentro y enviarme a un país lejano. Pero una vez en casa, me hizo ilusión.

Domingo. N. me llevó a la playa. Miré el mar y lo vi exageradamente antiguo. Intenté decírselo, pero me explicaba como un niño pequeño describiendo a su amigo invisible a un adulto. Creo que el mar es lo más antiguo que conozco. Más antiguo que cualquier persona, ser vivo o montaña que haya visto nunca. Ese pensamiento me dio mucha paz. Me sentí poco importante, una manchita en la espalda del gigante. Efímero y desechable. Así es mucho más fácil disfrutar del camino. El destino ya lo conocemos, aunque sea tabú mencionarlo.

Lunes. El destino ya lo conocemos, aunque sea tabú mencionarlo. Se murió el allegado de un compañero. Muy joven. No sabía qué decir, así que no dije nada. La muerte siempre es algo que sucede en la distancia, en un lugar remoto. Existe a nuestro alrededor en todo momento. Pero basta un centímetro de distancia para que la veamos lejana. Ajena. Y la clasificamos como una de esas cosas que le sucede a los demás. Tuvimos una reunión a las tres y cuarto de la tarde. En la sala de reuniones, los miré a todos y pensé: en unos años, todos estaremos muertos. Desde ese momento, todo lo anterior me pareció más sencillo y menos importante. Me fui a casa pronto y llamé a mi madre.

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